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La Giraldilla: Una historia de amor en el corazón de La Habana

Conoce Cuba

La Giraldilla: Una historia de amor en el corazón de La Habana

18 de Septiembre de 2020


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En toda la historia de Cuba solo una mujer ha sido gobernadora, y su leyenda ha devenido ícono de La Habana, pues una estatua que atribuyen a su figura es el principal símbolo de la ciudad.

Todos conocemos a La Giraldilla, esa veleta que se asoma al mar desde el Castillo de la Real Fuerza, y que lleva el nombre de nuestro país por todas partes, pues su silueta es también representativa de nuestro ron insigne: el Havana Club.

Sin embargo, la historia de amor que esconde esta obra del escultor habanero Jerónimo Martín Pinzón ha quedado atrapada en el tiempo, sigue ahí, pero a veces la olvidamos, pues los años han naturalizado su estampa por encima de la ciudad, majestuosa en su posición desde el siglo XVII.

Dice la leyenda popular que La Giraldilla no es otra que Isabel de Bobadilla, quien se hizo cargo de la gobernación del país desde que Don Hernando de Soto, su ilustre esposo, partió en una expedición a conquistar la Florida el 12 de mayo de 1539.

Don Hernando nunca regresó, se dice que buscaba la fuente de la Eterna Juventud y la muerte lo encontró antes, pero cuentan que su esposa subía cada día durante horas a esperarlo en lo alto de la torre de vigía del Castillo de la Real Fuerza, que por aquel entonces era vivienda del gobernador de Cuba.

La Giraldilla desde la fortaleza

Entre 1630 y 1634 el gobernador y capitán general de la Isla, Juan Bitrian y Viamontes, ordenó hacer una veleta muy parecida a la que está ubicada en la Catedral de Sevilla, España, llamada Giralda, de ahí el nombre de la escultura cubana, homenaje a la española ubicada en su ciudad natal.

La estatua que hoy mira el horizonte no es la original, sino una copia, pues la auténtica fue arrancada de su pedestal por el ciclón que azotó La Habana el 20 de octubre de 1926, y tras unos años en el Museo de la Ciudad fue colocada a la entrada del propio Castillo de la Real Fuerza.

Se trata de la imagen de una bella muchacha con la falda recogida sobre una de sus rodillas, y que originalmente portaba en su brazo derecho una palma, de la que solo conserva el tronco y, en la izquierda, en un asta, la Real Cruz de Calatrava, de cuya orden era caballero Bitrián de Viamonte; en la parte inferior del asta se ven las grapas que sujetaban la banderola que servía para dar la dirección del viento y que se perdió también durante alguna tormenta de los muchas que debe haber visto.

Los historiadores han dicho que Doña Isabel no murió de amor, como cuenta la leyenda, sino que regresó a España con los bienes heredados de la muerte de su esposo, pero una cosa es cierta: durante muchos años esperó por el regreso de su amado y, por eso, al ver La Giraldilla la vemos como la vieron en su época: mirando al mar, sin importar el mal tiempo.

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En toda la historia de Cuba solo una mujer ha sido gobernadora, y su leyenda ha devenido ícono de La Habana, pues una estatua que atribuyen a su figura es el principal símbolo de la ciudad.


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