Castillo del Morro: Un monumento colonial en La Habana

La Habana, que acaba de cumplir 500 años, no sería la misma si entre sus símbolos no contara con uno de las fortalezas más llamativas de la etapa colonial: el Castillo de los Tres Reyes del Morro, cuyo faro es un recordatorio de tiempos pasados, pues esta es la más antigua fortificación construida por los españoles en América.

Su objetivo era servir como defensa de la ciudad en una época de corsarios y piratas, y desde las alturas del castillo se podía divisar toda la Villa, un hecho muy relevante, pues en la época de su concepción, a finales del siglo XVI, el puerto de La Habana, empezó a adquirir la importancia estratégica que mantuvo durante sus años como provincia de ultramar española.

Muy pocos habitantes de la ciudad saben que el Castillo fue trazado por el ingeniero Juan Bautista Antonelli en 1585, y que su nombre quedó establecido definitivamente cuando el rey Felipe II aclaró en real cédula del 20 de marzo de 1614 que en la primavera de ese año quedaba terminada la capilla del castillo y en su altar tenía un retablo dedicado a los Tres Reyes Magos, cuya adoración sería la vocación de aquella fortaleza majestuosa, mientras que aquello del Morro viene del escarpado terreno donde fue levantada.

Lo que si sabemos los habaneros y casi todos los cubanos, es que los piratas había azotado a esta y otras ciudades de la isla en varias ocasiones y que la bahía de La Habana debía ser protegida a toda costa, una sospecha que quedó confirmada luego de que los ingleses tomaron la ciudad durante once meses, dañando, de paso, la estructura del Castillo.

Con el retorno de España al poder en la Isla, parte del Morro debió ser reconstruida y durante esas labores, los gobernantes decidieron añadir dos baluartes, un foso de gran profundidad, cuarteles, calabozos, nuevas vías de comunicación, aljibes y almacenes.

También como parte de esa reconstrucción, por el costado de la bahía se emplazaron las baterías Doce Apóstoles y La Pastora, espacios que aún mantienen sus nombres, pero los actuales visitantes van en busca de buena comida: allí se ubican dos restaurantes cuyo mayor mérito es la vista al mar y a la ciudad, que se descubre al otro lado de la bahía.

La torre del castillo también creció durante la reforma, pues inicialmente tenía diez metros de alto, y fue reemplazada por una de 25 metros y cinco de diámetro, mientras que el Faro que la corona fue añadido en 1844 y aún sirve para orientar a los barcos que llegan al puerto. 

Durante casi 200 años, el castillo fue la principal defensa de la ciudad, hasta que se construyó La Cabaña a finales del siglo XVIII, sin embargo, y con el tiempo, su objetivo militar cedió el paso a su gran valor histórico y turístico: para muchos esta es la edificación más antigua de uso continuo en América.

Es inevitable pasear por el malecón y no fijarse en el atractivo sobrio y majestuoso del Castillo de los Tres Reyes del Morro, pero su magia es de verdad significativa cuando la visitamos: no solo por las piedras que guardan el pasado colonial, sino también por la impresionante vista que ofrece a la silueta de La Habana, esa ciudad maravilla detenida en el tiempo.

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